El Presidente que Chile se farreó

Gabriel Valdés Subercaseaux (1919-2011), en sus días de Canciller

Hoy dejó de existir uno de los políticos mas singulares y, que desde una perspectiva muy distinta a quien suscribe, fue de los pocos que le dio brillo a la cada vez mas opaca actividad pública chilena. Gabriel Valdés Subercaseaux cerró por última vez sus ojos a los 92 años, respetado por muchos, llorado por la mayoría, que percibe el vacío que ha dejado la partida de este verdadero prohombre de la política chilena.

Hijo de una acomodada familia, fue alumno en el Colegio San Ignacio de San Alberto Hurtado. Tras ello, inició estudios de Derecho en la Universidad Católica, para titularse de abogado. Paralelamente comenzaba la formación de una familia junto a la destacada pianista Silvia Soublette, con quien tendría tres hijos: Juan Gabriel (que desde una tienda política distinta seguiría sus pasos del servicio público, llegando a ser Ministro de Estado), Maximiano (prestigioso director de orquesta) y María Gracia. Participaría de la fundación de la Democracia Cristiana, por lo que no extrañó que en noviembre de 1964 asumiera como Ministro de Relaciones Exteriores de Eduardo Frei Montalva, cargo en el que permaneció durante la integridad del sexenio Frei.

Tras el fin del gobierno demócrata-cristiano, don Gabriel partio rumbo a Nueva York, donde asumio el cargo de Subsecretario General de las Naciones Unidas para el Desarrollo, materialmente el cargo mas importante alcanzado por un chileno en el organismo multinacional. Así, se radicaría en la Gran Manzana durante 10 años, en que vería a lo lejos la convulsionada década de 1970 de nuestro país. A su regreso, asume funciones de liderazgo de la oposición al Gobierno Militar, presidiendo entre 1982 y 1987 la DC, desde donde dio origen a la Alianza Democrática, madre de la actual Concertación de Partidos por la Democracia.

En 1985 fue de los suscriptores del llamado Acuerdo Nacional, buscando desde entonces un proceso democrático de normalización institucional. Tras ello sonó fuertemente como presidenciable, pero el oscuro evento conocido como «Carmengate» en 1989 truncó dicha opción. Elegido senador con una alta votación en 1989, integró la Cámara Alta por dos periodos seguidos, hasta 2006. Aqui vendrian los años de mayor brillo de Valdés, ya conocido en el ambiente político con el mote de «El Conde», por sus modales caballerosos y su dignisima prestancia.

El Conde junto al entonces candidato Sebastián Piñera, en el acto que le significaría los vejámenes a manos de sus camaradas (a sus costados, Hernán Felipe Errázuriz y Sergio Romero)

Elegido Presidente del Senado el 11 de marzo de 1990, fue quien debio dirigir la ceremonia de transmision del mando de ese mismo día entre Augusto Pinochet y Patricio Aylwin. Permanecería como la primera autoridad del Legislativo hasta 1996, años convulsionados en que debio lidiar con moros y cristianos para dar gobernabilidad a la corporación y, llegado el momento, negociar con la oposición para sacar adelante los proyectos de ley del Gobierno, teniendo éxito en dicha misión (los llamados «pactos Valdés-Jarpa»). De este modo nuevamente en 1993 su nombre figuraba como el obvio abanderado del oficialismo para la presidencia de Chile, sin embargo en su partido decidieron llevar a un opaco personaje de bajísimo nivel intelectual y político solo por un nombre. Ya a contar de entonces el Conde comenzó un pausado y respetable camino hacia el descanso, aun cuando no abandonaría nunca del todo la escena política. Y para muchos quedó, a contar de esa fecha, el sabor de que la Concertación, en un acto de miopía política, privó a Chile de contar con un presidente de talla única. Gracias a ellos, nos lo farreamos.

Tras dejar el Senado («ya no estoy para esos trotes» fue literalmente su campechana máxima a la hora de no repostularse) comenzarían los años del semi-ostracismo. Y tambien los de la ingratitud. Dos años como embajador en Italia, pasando a ser casi olvidado por los suyos, para luego regresar a Chile, donde, en medio de la campaña presidencial de 2009, se mostró favorable a la opción electoral de quien hoy ostenta la primera magistratura de la Nación, Sebastián Piñera. Ahí viviría la peor de las bajezas: mientras un parlamentario de su propio partido, un ser oscuro, pequeño y sin talante como Jorge Pizarro lo descalificaba públicamente, la DC no hizo NADA por defenderlo. Incluso llegaron a amenazarlo con la expulsión de la tienda que el mismo ayudara a fundar tras manifestar simpatía por una candidata a diputada (y actual parlamentaria) que compitio por fuera de la Concertación.

En sus últimos dos años, se le vio mas alejado de las cámaras, dando solo algunas entrevistas y realizando apariciones, donde cuestionó fuertemente el camino que estaba adoptando la Democracia Cristiana, llamando al entendimiento con el Gobierno (ver reportaje en diario La Segunda de comienzos de este año). Y asi se fue, en silencio, con la misma dignidad con la que por 5 décadas engalanó la política chilena. Para cerrar esta nota, ocuparé una anécdota de la España del siglo XIX que siento nos interpreta a muchos de modo casi pleno:

«Al ser asesinado el Presidente del Gobierno Antonio Cánovas del Castillo, uno de los oradores fúnebres fue su principal rival, pero tambien su amigo Práxedes Mateo Sagasta, quien diría las siguientes palabras: ‘Ahora que ha muerto don Antonio, todos los demás políticos podemos tratarnos de tu’«

Camino de Luna (dedicada a la misma ciudad de Valdivia que don Gabriel representó en el Senado) – Duo Rey Silva

Acerca de Letrado de campo

Un abnegado trabajador del Derecho que lucha por escribir mientras el tiempo le cunda, de todo un poco: política, deportes, cultura, historia... una ensalada de temas con una vision muy particular.
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Una respuesta a El Presidente que Chile se farreó

  1. Patricio dijo:

    Un extracto de una entrevista:

    “Yo mismo me puse la soga al cuello. Nunca supe actuar dentro de las estructuras. En la época del No, en vez de meterme en el comando, me dediqué a recorrer el país con una serie de artistas e intelectuales para remover conciencias. Hicimos un trabajo hermoso pero que me costó estar fuera de la componenda final. La noche del plebiscito, cuando ganamos, traté de ir a celebrar con la gente del comando, pero me dejaron fuera.

    – ¿Cómo, si usted era una de las caras visibles de la oposición?

    “No sirvió de nada. Llegué al hotel Kempinski, donde estaba reunido el comando y el portero me dijo que había órdenes de la gente del comando de no dejarme entrar. Me echaron como a un intruso”.

    – ¿Qué hizo?

    “Me di la vuelta y caminé hacia la Alameda a celebrar con la gente. Fue la noche más bella de mi vida, la culminación de una lucha, y una de las noches más amargas por darme cuenta de que los que yo creía mis amigos no lo eran”. (“El Presidente sin banda” de la Revista Fibra).

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